La domadora de letras…
Experiencias y Agradecimientos… Cuando era aprendiz no conseguía dominar las letras y no lograba encerrarlas dentro de la pauta de su cuadernillo de escritura. ¡Siempre se salían de los renglones! Eran demasiado estrechos y sus letras… ¡demasiado GRANDES! No alcanzaba a formarlas, unas detrás de otras, perfectamente alineadas.
La profesora se las borraba y borraba y ella se ponía más y más nerviosa. Entonces, con la intención de poder controlar mejor sus trazos, apretaba con mayor fuerza el lapicero. Sin embargo, el resultado final era aún peor y, como la goma ya no las podía hacer desaparecer, la Srta. Dª María le arrancaba la hoja sin ningún escrúpulo. “¡¡NOOO!! ¡Con el esfuerzo que me había costado… y el dolor de mano que tengo…!”, pensaba la pequeña aprendiz. Mientras, cabizbaja y desasosegada, volvía a su pupitre; escuchando, de fondo, la voz de su maestra que le decía: “¡Y que las letras se den la mano!”
Sus trabajos nunca eran exhibidos en las paredes de clase… Su letra era demasiado fea para enseñarla… Además, los mayores no tenían tiempo para pararse a descifrarla y descubrir qué se escondía detrás de ella…
El desánimo terminaba venciéndola porque, además, las dificultades aumentaban… Tan pendiente tuvieron a su cerebro de la forma de las letras, que no le habían permitido detenerse en reconocer las grafías más difíciles y empezó a cometer muchas faltas. Así que ahora le obligaban a copiar, copiar y copiar… “Copia 10 veces en rojo las palabras mal escritas”, era la leyenda con la que terminaban todos sus ejercicios. Ella obedecía y repetía, repetía y repetía… Así, las 10 veces que le mandaban pero los errores, en vez de corregirse, se multiplicaban; lo que terminaba por paralizarla.
Su madre, sabiendo que guardaba muchas cosas que contar a los demás, se puso a trabajar con ella para encontrar la herramienta que necesitaba. Todas las tardes después del colegio, tras resolver sus deberes (daba igual que fuera Navidad, Semana Santa o vacaciones de verano), se ponían manos a la obra. Al principio fue duro porque, mientras sus hermanas se iban a jugar, ella se quedaba sentada con su <<CUADERNO DE DICTADOS>>.
La tarea podría haber sido muy ardua pero, sin ser consciente de ello, su madre consiguió (a través de los pequeños relatos que, primero le hacía leer y luego le dictaba) despertar su imaginación y motivarla por superar sus dificultades. ¡Consiguió que perdiera el miedo a equivocarse!
Ella empezó a representar en su cabeza las historias que leía y a figurarse las palabras como dibujos que después podía reproducir con letras bien escritas. Poco a poco, las faltas de ortografía fueron disminuyendo y su escritura se volvió más ágil. Su mente pudo abrirse de nuevo y empezó a dejar que sus pensamientos volvieran a salir.
Llegó a 3º de E.G.B y la nueva profesora, la Srta. Rosa, supo escuchar lo que tenía que contar. Le ayudó a expresar por escrito sus ideas, para que pudiera compartirlas con sus compañeros y el resto de profesores; para que pudiera compartirlas con el mundo,…
¡Ahora sus trabajos se exponían en las paredes de clase y también en las del pasillo!
Al sentirse valorada por lo que era, y sin darse cuenta, su letra se fue transformando en bonitas formas que hoy todo el que las lee admira; sobre todo, por lo que esas formas han conseguido transmitir (conocimiento, experiencia, esperanza, reflexión, amor, …).
¡GRACIAS MAMÁ!¡NO TENGÁIS MIEDO A EQUIVOCAROS! LOS ERRORES TIENEN UN VALOR MUY IMPORTANTE, NOS ENSEÑAN ALGO QUE NO SABÍAMOS.
G.A.M.